Cartago, esa gran desconocida (I)

¡Hola a todos!

Llevo mucho tiempo preparando una serie de entradas sobre la historia de la ciudad romana de Itálica, desde su fundación por los romanos tras la batalla de Ilipa contra los cartagineses en el año 207 a. C., hasta su declive. No obstante, creo que es conveniente no sólo para comprender bien la magnitud de los hechos, sino también para disfrutarlos, dedicar una o más entradas a uno de los imperios, para mí, más interesantes de la historia antigua: el imperio cartaginés.

Ruinas de Cartago, en Túnez.

A veces parece que se olvida que Cartago fue la primera potencia marítima, militar y económica del Mediterráneo Occidental durante más de 500 años. Dicha hegemonía fue rebatida por Roma en la Primera Guerra Púnica en el año 264 a. C., desencadenaría dos guerras más y acabaría con la terrible destrucción de Cartago en el año 146 a. C. Pero eso es adelantar acontecimientos, ya que la entrada de hoy versa sobre la fundación de la ciudad de Cartago, capital del imperio púnico, así que ¡vamos allá!

Dido y Eneas, según la reinterpretación romana.

Según la leyenda original, absteniéndonos de la apropiación y adulteración tan típicamente romana tras la destrucción de Cartago por los romanos, Cartago fue fundada por la princesa Dido o Elisa,  hermana de Pigmalión, rey de Tiro. Éste rey ansiaba las riquezas de Siqueo, un sacerdote del templo de Melkart, por lo que hizo que su hermana se casara con él y le revelara la ubicación de dichas riquezas, pero ésta le indicó a su hermano una falsa ubicación y huyó. Pigmalión mandó unos sicarios a buscar el tesoro y matar a Siqueo, sin embargo, para entonces Dido ya se había embarcado junto con su hermana Ana, algunos seguidores y las riquezas de su difunto esposo rumbo a las costas del norte de África a través del Mediterráneo.

«Dido enseña Cartago a Eneas», por Claude Lorrain (s. XVII).

Al llegar a tierras libias, Dido topó con la tribu de los gétulos, y solicitó al rey Jarbas tierras para fundar su propia ciudad. Lógicamente el rey libio denegó tal solicitud, y como gesto de burla le concedió el terreno que abarcara una piel de toro. Dido, haciendo uso de su astucia e ingenio, cortó la piel del toro en finísimas tiras, tan estrechas como para rodear un enorme espacio de tierra, donde construyó en lo alto de una colina una fortaleza llamada Birsa, que posteriormente se convirtió en una ciudad a la que llamaría Qart Hadasht, que en púnico significa “ciudad nueva”. Los romanos la conocerían como Cartago.

Ruinas de las termas de Cartago.

 

Sin embargo, la historia real nos dice que Cartago fue fundada entre los años 846 y 813 a. C., en la actual Tunicia por una expedición enviada por el rey de Tiro, la ciudad fenicia más poderosa e influyente del Mediterráneo. Cartago se encontraba situada en un istmo privilegiado, sobre un promontorio existente entre el lago de Túnez y la laguna Sebkah er-Riana, que desembocaba en mar abierto. Se trataba de una ciudad estratégicamente construida, con unas defensas impenetrables y un puerto que resultaba una auténtica maravilla de la ingeniería en la antigüedad. La ciudad, de arquitectura y urbanismo claramente númidos y helenísticos, estaba dividida en tres partes, y se desarrollaba en torno a la inexpugnable ciudadela de Birsa, situada en la colina homónima, y el templo de Eshmún. Desde este bastión se controlaba toda la ciudad y los alrededores, y suponía un último reducto de resistencia en caso de asedio.

Eshmún, dios sanador fenicio.

Melkart, deidad sincrética fenicia.

La segunda parte de la ciudad se encontraba en la ladera de la colina, cerca de los puertos de la ciudad, y estaba compuesta por varios barrios, entre los que destacan el barrio de Magón, donde residía la aristocracia cartaginesa, y el barrio de Salambó, que era el centro neurálgico de la ciudad y estaba conectado al puerto comercial a través de tres avenidas descendentes. En este barrio se encontraba el foro principal, las termas, el senado de la ciudad y el tofet o área sagrada donde se concentraban la mayoría de los templos, como los consagrados a Tanit y a Melkart (que por cierto, su templo en Gades dio origen al mito de las columnas de Hércules, pero eso es otro tema). Todo ello convertía a Salambó en el centro político, económico y religioso de Cartago.

La tercera y última parte de la ciudad se componía del enorme barrio suburbial de Megara, donde vivía gran parte de la población menos pudiente, y donde se cultivaba la tierra y criaba el ganado.

Las defensas de Cartago y lo relativo al distrito portuario merecen una entrada dedicada, así que… ¡hasta la próxima!

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Un pensamiento en “Cartago, esa gran desconocida (I)

  1. Recomiendo que profundicen más sobre las deidades Cartaginesas como Melqart.

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